viernes, 28 de noviembre de 2014

Reflexión

Fuente: www. es.catholicnet.com

Para los momentos difíciles y negros te recomiendo dos cosas: orar y esperar. Invocar al Señor pidiéndole ayuda y consuelo; y dejar pasar el tiempo, que tiene especialidad para amortiguar y aún borrar las penas.
No te turbes, no tengas miedo; abrázate íntimamente al Señor, y espera así a que pase la tormenta.
Contra el vértigo, mirar hacia arriba, de donde vendrá consuelo y remedio. Pensar en Dios. ¡Arriba los corazones! Y esperar, porque después de la noche vuelve el día, y después de la tempestad, gran bonanza.
Nuestra sensibilidad e imaginación son como un péndulo: tan pronto estamos llenos de optimismo, como abrumados por el pesimismo. Dejemos pasar un poco de tiempo, y veremos cómo nuestros sentimientos oscilan al extremo contrario.
No te alegres demasiado en la prosperidad ni te dejes abatir en la adversidad. No pienses tanto ni te calientes la cabeza. No aumentes tus penas con cavilaciones inútiles.
Sufre en cada momento sólo el dolor presente; ¿por qué te empeñas en añadirle el pasado y el futuro? Así te lo haces más intolerable.
“Poquito a poquito se pueden sufrir muchas cosas” (Sta. Teresa del Niño Jesús). Escalón por escalón se sube a una casa; de un solo salto sería imposible.
¡Qué triste y cerrado se nos presenta a veces el horizonte del porvenir! Sin embargo, pasa el tiempo y vemos que la prueba no era tan dura como creíamos: nos acostumbramos, hallamos alivio inesperado y Dios nos da fuerzas extraordinarias.
Las cosas son peores pensadas que pasadas; lo vemos por experiencia. Además, ¡cuántas veces nos equivocamos al pensar en el futuro! Sólo Dios lo conoce perfectamente.
Hay quienes son pesimistas por temperamento; creen siempre que su desgracia es la peor, y se desesperan por ello. La imaginación los engaña, exagerando los males propios. No piensan que otros sufren bastante más que ellos y lo llevan bien, porque tienen menos soberbia y más resignación.
Cfr. FERNÁNDEZ PIERA, J.M.;
El Kempis del enfermo.