viernes, 22 de noviembre de 2013

El amor de María llena nuestro corazón

Fuente: www.es.catholic.net


Si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado?

Dios es amor.

María Santísima es también amor.

Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
"Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención".

Este amor tuyo que, por un lado, sube hasta Dios y, por lo tanto, tiene toda la gratitud de una creatura, toda la profundidad de una madre, toda la pureza de una virgen; por otro lado, se dirige a nosotros, hacia la tierra, hacia tus hijos.

Cómo me impresionó -y aparte al principio no lo creí- leer aquellas palabras de San Alfonso María de Ligorio: "Si juntáramos el amor de todos los hijos a sus madres, el de todas las madres a sus hijos, el de todas las mujeres a sus maridos, el de los santos y los ángeles a sus protegidos: todo ese amor no igualaría al amor que María tiene a una sola de nuestras almas". Primero, no lo creí porque era demasiado grande para ser cierto. Hoy, lo creo, y posiblemente estas palabras de San Alfonso se quedaron cortas.

Yo me pregunto: si uno de veras cree en este amor que le tiene María Santísima como madre ¿podrá sentirse desgraciado? ¿Podrá sentirse desesperado? ¿Podrá vivir una vida sin alegría, sin fuerza, sin motivación? ¿Podrá alguna vez, en su apostolado, llegar a decir "no puedo, me doy"? ¿Podrá algún día decir : "renuncio al sacerdocio y lo dejo"? Si Cristo, por nosotros, dio su sangre, su vida, ¿qué no dará la Santísima Virgen por salvarnos? Ella ha muerto crucificada, espiritualmente, por nosotros. A Cristo le atravesaron manos y pies por nosotros; a ella una espada le atravesó el alma, por nosotros. Si Él dijo: "He ahí a tus hijos" ¿cómo obedece la Santísima Virgen a Dios? Entonces, cuánto nos tiene que amar. Y si somos los predilectos de su hijo: "vosotros sois mis amigos", somos también los predilectos de Ella.

El amor de María llena nuestro corazón, debe llenarlo. El amor de una esposa no es el único que puede llenar el corazón de un hombre como yo. El amor de María Santísima es muchísimo más fuerte, rico, tierno, confortante, que el de todas las esposas de la tierra. El amor de mi madre celestial llena, totalmente, mi corazón. Una mirada, una sonrisa de María Santísima, me ofrecen más que todo lo que pueden darme todas la mujeres de la tierra juntas.

¿Cuál debe ser mi respuesta a tan grande y tierno amor?

Como Juan Pablo II debemos decir cada uno de nosotros, también, "totus tuus": todo tuyo y para siempre. Aquella expresión que el Papa nos decía: "Luchando como María y muy juntos a María", que le repitan siempre: "totus tuus".

¿Por qué no llevarme a todas partes a la Santísima Virgen? En el pensamiento, en el corazón, y también, en una imagen, en un cuadro: su presencia es benéfica. Yo tengo en mi despacho y en mi cuarto una imagen de la Santísima Virgen. Con mucha frecuencia la miro, con mucha frecuencia le hablo y, también, la escucho. Siento su presencia y su amor a través de esa imagen.

P. Mariano de Blas LC




martes, 19 de noviembre de 2013

Buenos días

Señor,... gracias por este día en que nos encaminemos mirando a la eternidad...
Gracias por la fe, por tus llamados, por el ángel custodio que acompaña nuestros pasos.

Tu amor y Misericordia lo abarcan todo Señor..., ya no más condenados...
No más incrédulos, no más ingratos, no más soberbios y orgullosos...

Enséñanos de ti, que eres manso y humilde...
Y que el paso por esta vida no transcurra apartado de tu corazón...

Que María, la inmaculada Madre que te cobijó en esta tierra, sea quien nos conduzca a los brazos de tu Amor.
Y que nuestros hermanos sufrientes y angustiados descubran que su fatiga y cansancio encuentra su fin en el cáliz de tu Redención.

Gracias por todo Señor, porque por ti el cielo tiene las puertas abiertas.

martes, 12 de noviembre de 2013

Ave Maris Stella




Salve Estrella del mar, Santa Madre de Dios
y siempre Virgen, feliz Puerta del cielo.

Tú que has recibido el saludo de Gabriel,
y has cambiado el nombre de Eva,
establécenos en la paz.

Rompe las ataduras de los pecadores,
da luz a los ciegos, aleja de nosotros los males
y alcánzanos todos los bienes.

Muestra que eres Madre: reciba nuestras súplicas
por medio de Ti, Aquél que, naciendo por nosotros,
aceptó ser Hijo tuyo.

¡Oh, Virgen incomparable! ¡Amable como ninguna!
Haz que, libres de nuestras culpas,
permanezcamos humildes y castos.

Danos una vida limpia,
prepáranos un camino seguro; para que,
viendo a Jesús, nos alegremos eternamente contigo.
Demos alabanza a Dios Padre,
gloria a Cristo Soberano y también al Santo Espíritu,
a los Tres un mismo honor. 
Amén.




martes, 5 de noviembre de 2013

Devoción de las tres Ave Marías


Fuente: www.es.catholic.net

La devoción de las tres Ave Marías consite en rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, bien para honrarla o bien para alcanzar algún favor por su mediación.

El fin de esta devoción:

Honrar los tres principales atributos de María Santísima:
1.- El poder que le otorgó Dios Padre por ser su Hija predilecta.
2.- La sabiduría con que la adornó Dios Hijo, al elegirla como su Madre.
3.- La misericordia con que la llenó Dios Espíritu Santo, al escogerla por su inmaculada Esposa.

La forma de rezarla:
"María Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal.

Por el poder que te concedió el Padre Eterno
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Por la sabiduría que te concedió el Hijo.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén!"


Origen de la devoción:

Santa Matilde, religiosa benedictina, suplicó a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte. La Virgen María le dijo lo siguiente: "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías. La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."

Y esta promesa se extendió en beneficio de todos cuantos ponen en práctica ese rezo diario de las tres Avemarías.

Promesas de la Virgen a quienes rezasen diariamente las tres avemarías:
Nuestra Señora prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose en esa hora final con el brillo de una belleza tal que con sólo verla la consolaría y le transmitiría las alegrías del Cielo.

María renueva su promesa de protección:
Cuando Sor María Villani, religiosa dominica (siglo XVI), rezaba un día las tres Avemarías, oyó de labios de la Virgen estas estimulantes palabras:

"No sólo alcanzarás las gracias que me pides, sino que en la vida y en la muerte prometo ser especial protectora tuya y de cuantos como tú PRACTIQUEN ESTA DEVOCIÓN"

También dijo la Santísima Virgen: “La devoción de las tres Avemarías siempre me fue muy grata... No dejéis de rezarlas y de hacerlas rezar cuanto podáis. Cada día tendréis pruebas de su eficacia...”

Fue la misma Santísima Virgen la que dijo a Santa Gertrudis que "quien la venerase en su relación con la Beatísima Trinidad, experimentaría el poder que le ha comunicado la Omnipotencia del Padre como Madre de Dios; admiraría los ingeniosos medios que le inspira la sabiduría del Hijo para la salvación de los hombres, y contemplaría la ardiente caridad encendida en su corazón por el Espíritu Santo".

Refiriéndose a todo aquel que la haya invocado diariamente conmemorando el poder, la sabiduría y el amor que le fueron comunicados por la Augusta Trinidad, dijo María a Santa Gertrudis que, "a la hora de su muerte me mostraré a él con el brillo de una belleza tan grande, que mi vista le consolará y le comunicará las alegrías celestiales".

Fundamento de esta devoción:
La afirmación católica de que la Santísima Virgen poseyó, en el más alto grado posible a una criatura, los atributos de poder, sabiduría y misericordia.

Esto es lo que enseña la Iglesia al invocar a María como Virgen Poderosa, Madre de Misericordia y Trono de Sabiduría.



jueves, 31 de octubre de 2013

María...

La belleza de tu ser,...
la grandeza de tu humildad,
invaden mi espíritu de ansias de
eternidad junto a ti...

El poder de tu presencia lo empequeñece todo,...
rebalsando mi alma de amor.

La fragancia de una rosa te anuncia, ...María,...
prepara el camino por el que transitarás...

Sí, Madre,...
te ayudaré a pedir por la humanidad,...
a presentar nuestras oraciones al Padre.
¡Rezaré tu Rosario cada día!
porque cada día se debe reparar los errores del mundo...

¡Ayúdame a rezarlo con perseverancia!
¡Ahuyenta la pereza y el temor a tomar "tanto tiempo"!
¡Porque rezarlo es amarte!
¡Decirte cuánto te quiero y amo a Jesús!
¡Cuánto le debo a mi amado Señor!

...¡Gracias Madre!

...Aquí,...
donde quiera que esté,...
...te espero.


lunes, 28 de octubre de 2013

Buenos días Señor!

Buenos días Señor!!
Gracias por esta mañana que nos ofreces.
Por los nuevos propósitos de enmienda.
Porque podemos seguir preparándonos para la eternidad...

Te ruego Señor que todos los seres humanos puedan sentir la bendición de un nuevo amanecer.
Y aún en medio de sus complicaciones y enredos, puedan descubrir por unos instantes, tu gracia santificadora.
Aquella que, recibiéndola humildemente, bastará para alcanzar la salvación.




viernes, 25 de octubre de 2013

Angel Custodio



Fuente: www.catholic.net


Quince minutos con el Ángel Custodio

Querido Ángel Custodio mío, te pido que en mi última enfermedad me asistas especialmente 
para que pueda tener tu consuelo oportuno en medio de la angustia y el miedo a morir.
Sé que la muerte es sólo un paso hacia la eternidad, pero ante ella a veces siento temor, 
especialmente al juicio de Dios, y el demonio quiere aumentar este miedo, y creo que tratará 
de aumentarlo mucho más cuando se acerque la hora postrera. 

Por eso te ruego, querido Ángel Custodio mío, que me asistas en los últimos momentos de mi vida, 
y si estoy enfermo que me des el alivio como otro Rafael, para que me duerma tranquilo y en paz 
en este mundo, y despierte en el Cielo, junto a mis seres queridos y a la Virgen santísima.
Si el Señor te ha puesto a mi lado, ha sido especialmente para que me prepares a bien morir, 
pues de la muerte depende la eternidad, y si me hubieras cuidado toda la vida, pero me descuidaras 
en el momento capital de mi vida que es la muerte, entonces no cumplirías bien tu función.
Por eso te imploro, querido Ángel de mi Guarda, que me ampares en ese último combate de la vida, 
y me consueles y confortes en mi última enfermedad, que no sé cómo será, si tendrá lugar y cómo 
se desenvolverá. Pero ya desde ahora me quedo en paz, encomendándotela para que ya desde 
ahora mismo me vayas preparando a tener paciencia con ella y así pasar en paz de este mundo 
al Paraíso.