Señor,... gracias por este día en que nos encaminemos mirando a la eternidad...
Gracias por la fe, por tus llamados, por el ángel custodio que acompaña nuestros pasos.
Tu amor y Misericordia lo abarcan todo Señor..., ya no más condenados...
No más incrédulos, no más ingratos, no más soberbios y orgullosos...
Enséñanos de ti, que eres manso y humilde...
Y que el paso por esta vida no transcurra apartado de tu corazón...
Que María, la inmaculada Madre que te cobijó en esta tierra, sea quien nos conduzca a los brazos de tu Amor.
Y que nuestros hermanos sufrientes y angustiados descubran que su fatiga y cansancio encuentra su fin en el cáliz de tu Redención.
Gracias por todo Señor, porque por ti el cielo tiene las puertas abiertas.
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