miércoles, 5 de abril de 2017

Contigo estamos seguros

Hoy pedí oraciones por alguien muy querido que atraviesa momentos difíciles. Los más difíciles de su vida. Y la misericordia de Dios no se hizo esperar. Recibí ofrecimientos extras de oraciones, es decir, llamadas de amigos con quienes no hablo desde hace mucho tiempo que se comprometieron a orar también.

En medio de mi pena al imaginar el sufrimiento de mi amiga, le dije al Señor:
Jesús, en ti confío... ya no me preocuparé más...
Tú deseas que confiemos en ti..., así será Señor...
Yo confío en ti...
No quedaré defraudada.

Y me dispuse a hacer mis deberes.
Fue entonces que alrededor del medio día la llamo y la encuentro tranquila y hasta riendo.
Enseguida me da detalles de lo sucedido en estas pocas horas del día que manifestaron grandemente que Dios siempre nos escucha. Que nunca estamos solos. Que lo imposible se hace posible a su lado.
Pero eso sí. Nos pide una cosa...
Creer.

Por la entrañable misericordia de Dios hemos sido creados y redimidos.
Él siempre escucha atentamente cada plegaria, cada ruego, cada llanto...
A pesar de conocerlo todo aún antes de que suceda, quiere que se lo pidamos porque respeta nuestra libertad. No nos obliga a nada...

¡Busca y encontrarás! ¡Llama y se te abrirá!...
Porque el que busca encuentra y al que toca se le abre.

Jesucristo es la verdadera felicidad, el yugo suave, la carga ligera.
El Rey de reyes que nos invita a conocerlo ya desde esta vida.
A pregustar las delicias del Cielo.

Confío en ti Jesús, hijo amoroso del Padre, que protegerás contra todo y contra todos a esta amiga mía tan querida y comprada a tan alto precio:
El precio de tu bendita, y redentora Sangre.



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