miércoles, 20 de julio de 2022

Jesús toca a nuestra puerta

 Mis hijos están en sus quehaceres fuera de casa. Y hoy me siento mejor luego de un tiempo de reposo que el Señor me envío, solo Él sabe por qué.

Sentí mucho fastidio en varios momentos,... pero cuando elevé mi espíritu, aún debilitado por la enfermedad, descubrí que todo viene del cielo para nuestro bien.

Y cuando más acepté no poder salir, seguir una dieta obligada, y aún que se malogre el televisor... 

Sí, oh!, que terrible me pareció por unos segundos... hasta que lo vi claramente. Sí tú quieres Señor, que se malogre, que así sea... total... y fui visualizando en mi interior que así sería... tremendo televisor de 55 pulgadas que compró mi esposo... pero sucedió que cuando me resigné a privarme de él, fue cuando más paz sentí en aquel momento. Y fue bonito. No puedo negarlo.

Transcurridos unos quince minutos llegó mi segundo hijo de su trabajo. Entró como siempre a saludarme y le conté. Preocupado desde niño por mi bienestar, recuerdo aquella vez que a sus siete años me quitó la escoba de las manos para matar, en mi lugar, a una gigantesca araña. Claro, gigantesca para mí. Estaba dispuesta yo a matarla con los ojos casi cerrados para no ver aquel traumático episodio. Y mi pequeño hijo al ver mi miedo, en un acto de amor hermoso, muy grande, tomó mi lugar.

Puesto al tanto de lo ocurrido con el televisor, se acercó a desenchufarlo, enseguida lo conectó, lo prendió y se arregló. Yo, feliz, y él contento de haberme podido ayudar una vez más.

El Señor sabe qué nos envía y en qué momento, sea grande o pequeño, y aceptarlo es la única manera de enfrentarlo con paz y valentía. Con amor. Sabiendo que no estamos solos y que su poder, su presencia, su omnipotencia son tan grandes que no se pueden medir y ni siquiera comprender humanamente. Pero tan real. 

Jesús es el Redentor del mundo y nos espera siempre para conversar y conocernos más.

Nunca cerrará las puertas de su Corazón a ninguno, por muy grandes que fueran sus pecados. Porque es la misericordia misma. 

Aquella voz que te dice que no... que no eres digno de Él, que eres muy pecador, que has hecho lo peor, que no hay solución, ¡deséchala!, porque no es Su voz. Es la voz del enemigo que se esforzará hasta el último día para alejarnos del amor y misericordia de Dios.

Yo soy del equipo de Jesús. Y si tú también quieres serlo, pues, ¡adelante! Pídele que te inscriba. 

Cuéntale de tu vida y ¡verás qué Entrenador vas a tener!







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