Fuente: www.es.catholic.net
Salir de un estado de tibieza resulta tremendamente difícil.
Este consejo puede ayudar: Hay que emprender el camino auténtico, ahora
doblemente difícil, pues la conciencia no ha sido lacerada en vano: el camino
de la conversión, de la superación, de la perfección. Habrá que desandar por
donde se fue entibiando: el camino de las cosas pequeñas, sin esperar las
grandes aparatosidades. Camino tremendo, si no fuese Cristo delante.
Dios
La tibieza no tiene otra solución que Dios mismo. Es decir, sólo la gracia de
Dios nos hará salir de ella; Dios deberá iluminar la mente al dirigido hasta
darse cuenta de cómo está. La esencia de la tibieza y su gravedad consiste en
que el alma se encuentra cómoda consigo misma, no quiere cambiar. “Si todo
va estupendamente, ¿Para qué arriesgarse a lo desconocido? ¿Para qué luchar?”.
Si el orientador ve al dirigido camino de la tibieza, deberá esforzarse por
lograr del alma una oración pidiéndole a Dios salir de ella. ¿Cómo lograr esto
si el orientado no entiende fundamentalmente qué es una persona tibia? El
orientador debe orar, sacrificarse y motivar al dirigido pidiendo a Dios le
abra la inteligencia para comprender que existen estados de vida espiritual más
perfectos, más bellos, más hermosos. No podemos perder la esperanza en la
misericordia de Dios.
Volver a amar como se amó.
Cuestionar al dirigido sobre cómo podrían ir mejor las cosas; ayudarle a
redescubrir aquel amor de los inicios, por ejemplo, de su vida matrimonial, e
irle proponiendo metas nuevas en su relación conyugal, en la vida apostólica,
en la vida de oración, en la vida de entrega a los demás...
Propongamos pequeñas metas para lograr de ese amor, que no ha muerto, un nuevo
comienzo, un volver a arder como una llama, incendiando a ese corazón
nuevamente. Recordarle con la Sagrada Escritura: "Date cuenta, pues, de
dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera." (Apoc
2,5).
Vida
de oración y una vida ordenada según una escala de valores cristianos.
Al alma tibia se le recomienda una vida de oración y de sacramentos más asidua
para lograr encontrarse realmente con Dios, y así Dios le pueda quitar esa
venda que le impide ver con claridad.
Finalmente, las personas tibias necesitan llevar una vida más ordenada,
priorizada según una escala de valores cristianos. Se debe volver a educar a
esta alma haciéndole ver cómo en la vida hay muchas cosas, pero unas tienen más
importancia respecto a otras; esta constatación exige una recuperación de los
valores, alterados o cambiados por la tibieza. No tengamos temor a exigir algún
tipo de sacrificio, porque uno de los síntomas de la mediocridad lo constituye
el horror al sacrificio. Sacrifique parte del descanso, distracciones,
gustos, aunque sean legítimos, para fortalecer la voluntad.
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