Fuente: www.es.catholicnet.net
«Yo
os digo: Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo
del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue
delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. «A todo el
que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que
blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará. Cuando os lleven a las
sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o
con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel
mismo momento lo que conviene decir».
Reflexión
Dar testimonio de Cristo es arriesgado y lleva muchas veces al martirio, como
Cristo anuncia en el evangelio, pero no hay que olvidar la otra cara de la
moneda; que si Cristo nos invita a dar testimonio de Él ante los hombres es
porque sabe que el mundo está deseando que alguien le anuncie la palabra.
Cristo nos habla de dar testimonio de Él ante los hombres y luego habla del
martirio. Está profetizando lo que será la vida de la Iglesia durante los
veinte siglos de su existencia, desde la muerte de San Esteban, hasta la última
monja asesinada en China por atreverse a predicar el Evangelio. En el mundo
moderno, que tanto alardea de comprensión y tolerancia, la Iglesia sigue
ofreciendo a Cristo la sangre caliente y enamorada de quienes no temen morir
por él.
El siglo XX fue el de los millones -sí, sí, millones- de mártires, los del
comunismo en Asia, Europa oriental y España; los del nazismo, o los del simple
odio a Dios en la guerra cristera de México o del extremismo musulmán en
África. Puede que a nosotros no se nos presente esta ocasión en nuestra vida,
ni que el Señor nos pida esta muestra de amor. Pero sí nos pide el martirio que
puede suponer día tras día levantarse a la primera y a la misma hora, sonreír
cada jornada a esta persona que podemos llegar a no soportar, el callarnos por
dentro cada vez que nos venga un juicio negativo sobre esa persona, el seguir
poniendo nuestro cariño a pesar de no recibir nada a cambio, el no abandonar el
trabajo estipulado por cansancio...y tantas cosas, que son pequeñas espinas que
podemos ofrecer a Dios, pequeños martirios que hacen de nosotros «otros
cristos» y que son manifestaciones de amor a Dios.
Conscientes de que el sufrimiento, por grande que sea es pasajero, y el haber
sufrido no, el haber sufrido con amor es el sello más hermoso para el alma. No
podemos olvidar, que el dolor siempre tiene que estar cargado de esperanza, la
cruz por la cruz es inútil, y no lleva más que a la desesperación. Jesús sufrió
como nadie, pero resucitó y su sufrimiento no fue inútil, ni estático. Se
produjo en un periodo de tiempo limitado, y la respuesta a ese dolor fue la
resurrección, el mayor milagro que se ha dado y se dará en toda la eternidad.
Por eso, nuestro dolor es efectivo y a parte de producirnos la salvación
podemos arrancar del Señor grandes gracias y milagros para nosotros y para
nuestros hermanos los hombres.
Propósito
Contestar a llamamiento de Jesús con acciones concretas, a amarlo sobre todas
las cosas y a servirle en los hermanos.
Diálogo con Cristo
Frecuentemente resulta difícil manifestar o defender la propia fe frente a los
demás. Un falso respeto humano paraliza y lleva al terrible pecado de la
omisión. Reconozco, Señor, mis debilidades y suplico tu gracia pero saber ser
fiel a las inspiraciones del Espíritu Santo.
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