lunes, 5 de agosto de 2013

La misa. El Sacrificio del Altar



Fuente: www.es.catholic.net

Jesús baja a la tierra, obedeciendo las palabras de un humilde sacerdote. 
Y lo mismo sucede en las grandes catedrales como en las humildes Iglesias.

"La misa es el acto más sagrado. No se puede hacer otra cosa mejor para 
glorificar a Dios ni para mayor provecho del alma, que asistir a la misa tan 
a menudo como sea posible" (S. Pedro Eymard).

"Sin la santa misa ¿qué sería de nosotros? Todos aquí abajo pereceríamos, 
ya que únicamente eso puede detener el brazo de Dios. Sin ella, ciertamente, 
la Iglesia no duraría y el mundo estaría perdido y sin remedio" (Sta. Teresa de Jesús).

"Yo creo que, si no existiera la misa, el mundo ya se hubiera hundido en el abismo, 
por el peso de su iniquidad. La misa es el soporte que lo sostiene" (S. Leonardo de Pto Mauricio). 
"Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol que sin la misa" (P. Pío de Pietrelcina).

¡Vale tanto la misa! Un santo obispo decía: "!Qué gozo siente mi alma al celebrar la misa! 
Por muy ofendido, despreciado, blasfemado e injustamente, tratado que sea Dios de parte 
de muchos hombres... tengo la dicha de dar a Dios infinitamente más gloria que ofensas 
puede recibir de los pecados de los hombres. ¿Nos explicamos ahora, por qué no se ha 
roto en mil pedazos al golpe de la ira divina esta tierra pecadora? ¿Nos explicamos por qué 
hay sol en los días y luna en las noches y lluvias en el tiempo oportuno y comunicación de 
Dios con los hijos de los hombres? HAY MISAS EN LA TIERRA en todos los minutos 
del día y de la noche se está repitiendo a lo largo del mundo: Por Cristo, con El y en El... 
todo honor y toda gloria". (Beato Manuel González).

"Si supiéramos el valor de una misa, nos esforzaríamos más por asistir a ella" (Cura de Ars). 
"Uno obtiene más mérito asistiendo a un misa con devoción que, repartiendo todos sus 
bienes a los pobres viajando por todo el mundo en peregrinación" (S. Bernardo).

(...)

Así piensan los santos ¿y tú? ¿Crees todo esto? La misa es la Suma de la Encamación y 
de la Redención. Es el acto más grande, más sublime y más santo que se celebra todos 
los días en la tierra. La mis es el acto que mayor gloria y honor puede dar a Dios. 
Todos los actos di amor de todos los hombres que han existido, existen y existirán, no 
sonada en su comparación. Porque la misa es la misa de Jesús y, según Sto. Tomás de 
Aquino, vale tanto como la muerte de Jesús en el CaIvario, ya que la misa es la renovación 
y actualización del sacrificio de la cruz. “Es el memorial de la muerte y resurrección de Jesús” 
(Vat II, SL 47). Memorial es hacer vivo y real ahora entre nosotros, un acontecimiento 
salvífico que tuvo lugar en tiempos pasados.

Supongamos que hubieran tenido estudios de cine y TV en aquellos tiempos de Jesús y 
hubieran filmado su pasión, muerte y resurrección. ¡Qué emoción sería para nosotros ahora 
poder contemplar con nuestros ojos lo que sucedió hace dos mil años y poder ver a Jesús 
resucitado! Pues bien, la misa es algo más que una película, por muy bonita que sea, es un 
memorial, es decir, es la misma realidad actual y palpitante, aunque expresada de otra manera, 
de modo sacramental, sin derramamiento de sangre. Por eso, decimos también que la misa es 
el memorial de la Pascua de Cristo, el memorial de la Redención o de su Pasión, muerte y 
resurrección. En una palabra, diríamos que es el memorial de su infinito amor, pues en cada 
misa el amor infinito y eterno de Jesús se hace palpable y se sigue ofreciendo por nuestra 
salvación. Este amor de Jesús se hace presente al entregarse a cada uno en la comunión y 
al encarnarse de nuevo entre nosotros, como en una nueva Navidad, en el momento de la 
consagración.

La consagración es el corazón de la misa, sin ella no habría adoración ni sagrarios ni 
comunión. 
Por eso, cuando en otros tiempos no se acostumbraba a comulgar todos los días, los fieles 
estaban bien atentos y miraban a la hostia en la elevación, con deseos de comulgar, para 
hacer así una comunión espiritual.

Cuando tú asistas a la misa, procura estar atento a este momento cumbre del gran prodigio 
de amor. Toda la misa converge en este momento sublime, en que todo un Dios se acerca 
a nosotros como en una nueva Navidad. Para este momento supremo viven todos los 
sacerdotes, para esto se celebra la misa. Sin la consagración, la misa no sería misa. Vive 
conscientemente este gran acontecimiento y agradece a Dios por este gran milagro que 
sucede cada día. Piensa en lo que sucede: unas breves palabras pronunciadas sobre la 
hostia y, en el mismo instante, esta hostia viene a contener un tesoro mayor que todos 
los tesoros de la tierra.

(...)

Jesús baja a la tierra, obedeciendo las palabras de un humilde sacerdote. Y lo mismo 
sucede esto en las grandes catedrales de los países ricos como en las humildes casitas 
de esteras de los pobres de África o de América Latina.

(...) No dudemos, digamos como Sto. Tomás: "Señor mío y Dios mío". Y procuremos, 
en esos momentos, estar de rodillas ante nuestro Dios. No seamos meros espectadores, 
indiferentes a lo que se celebra ¿Acaso estamos de pie para que no se manche nuestra 
ropa? Alguien ha dicho que nunca es el hombre más grande que cuando está de rodillas. 
No te avergüences de estar de rodillas ante tu Dios.

Sta. Margarita María de Alacoque cuenta en su Autobiografía que su ángel de la guarda: 
"no soportaba la menor falta de modestia o de respeto ante Jesús sacramentado, delante 
del cual lo veía postrado en tierra y deseaba que yo hiciese lo mismo". Y tú ¿le negarás 
el respeto y amor que se merece? ¿Le negarás hospedaje en tu corazón? ¿Le negarás 
obediencia a su deseo de que vengas a la misa los domingos?

La misa ha sido siempre la devoción de los santos por excelencia. Nuestra Madre María 
nos decía en Medjugorje el 25-4-88: "Haced que la misa sea parte esencial de vuestras 
vidas". Por eso, no digas que no tienes tiempo. Cuando le decían esto a S. José de 
Cotolengo, El respondía: "malos manejos, mala economía del tiempo". Tú, asiste a la misa 
para unirte a Jesús y alegrarte en la celebración de los grandes misterios de la humanidad, 
y para orar por tus familiares vivos y difuntos. A este respecto, decía S. Alfonso María 
de Ligorio que la misa "es el más poderoso sufragio para las almas del Purgatorio". Ya 
desde los primeros tiempos del cristianismo se celebraban misas por los difuntos. Tertuljano, 
en el siglo II, nos habla de la costumbre de celebrar la misa en el aniversario de la muerte. 
Ahora, existe la buena costumbre, en algunos lugares de la misa a los ocho días, al mes y 
al año. Orar por nuestros familiares difuntos es una obligación, no sólo de caridad, sino 
también de justicia. Debemos ayudarlos, pues según Sta. Catalina de Génova, llamada 
la doctora del purgatorio, allí se sufre mucho más de lo que podemos sufrir en este mundo.

S. Agustín, en varias de sus obras, nos habla de esta costumbre antigua en la Iglesia y 
afirma que su madre Sta. Mónica, antes de morir, le manifestó el deseo de que se acordara 
de ella en la santa misa (Cf Conf IX,36). Porque "es bueno y piadoso orar por los difuntos... 
para que sean liberados del pecado" (2 Mac 12,46). Y la mejor oración es la santa misa. 
Por eso, ofrécele el regalo de la misa y comunión, donde renovarás tu amistad con El.

Jesús, Tú eres mi amigo más querido, el Amado de mi alma, lo más grande de mi vida. 
Gracias Jesús, por tu amistad y por la misa de cada día.


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