miércoles, 13 de marzo de 2013

La Cruz de Cristo

La Cruz de Cristo es el símbolo del amor extremo que tuvo Dios con nosotros.
Nos amó tanto que envió a su propio hijo, a su único hijo, para que sea humillado, flagelado y muerto en una Cruz, para la salvación de nuestras almas.
Imaginar aquel sufrimiento, aquella desolación y obediencia sólo me obliga a contener mis emociones para escribir. Porque aquel que ofreció su propia vida es el mismo que hoy me espera, me mira, me sonríe si lo busco, coge mis manos temblorosas para consolarme. Porque sabe cuánto lo amo. Y porque sabe que deseo con toda el alma ser su amiga, no defraudarlo, escucharlo, ayudarlo, obedecerlo y reírnos juntos en el descanso.

El amor que ha nacido en mí se renueva en cada Eucaristía...Y la gratitud por su sacrificio en la Cruz no puede ser poca, no debe ser poca...
Debe llevarme a una vida de oración, de constante comunicación. De preguntas y respuestas.
El gran exámen es éste. Que Jesús, el Hijo de Dios, me pide estudiar su palabra y aprenderla para convertirme en una de las elegidas, pues muchos serán los llamados, pero pocos los escogidos...
Y si soy capaz de respetar a mis padres, a mis superiores, a las autoridades...No seré capaz de obedecer y seguir las enseñanzas de mi Salvador?? De aquel que me tiene guardada la tarjeta de entrada a su Reino??... Al más maravilloso e insuperable paraíso de amor perfecto y felicidad, además, eterno?? Y junto a Él?? Jesucristo, el Hijo de Dios???...
No... Tendría que estar demasiado ciega como para no ver todo esto...
Pero aún así ruego para que me permita ver mejor. Para que mis acciones y palabras lo hagan cada vez más feliz. Y para que al encontrarnos, me reciba con la sonrisa y mirada que desde aquí pude conocer en la profundidad de mi corazón y del alma.

Te quiero Señor!... Y te sigo diciendo: Sí


                        

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