Hace unas dos semanas conocí a una mujer en la Iglesia.
Cada día nos encontrábamos como otros más en la misa de las 7pm. Y un día no resistí el impulso de acercarme a ella. Esto, porque lucía tan delgada y temblorosa, que era claro que su salud se encontraba bastante resquebrajada.
Cuando intercambiamos un par de miradas, suficientes para decir:
- Hola-. Sonreír y poner mi mano en su mejilla (por lo cual me creen loca en mi casa cada vez que lo cuento), sentí algo maravilloso...
Fue entonces que me contó que padecía de artrosis: Sus huesos estaban hechos casi polvo...
Muchas veces he oído decir que Cristo se encuentra en cada uno de nosotros, entonces...cómo no sentir especial amor y ternura por un enfermo...
Es como tener a Cristo sufriendo delante de uno...Cómo ser indiferente???...
Pues eso fue lo que sentí...
Sentí como si Dios Padre me estuviera mostrando a su Hijo enfermo...
...Como para no creer,...pero, absolutamente cierto.
Desde aquel día, sentía una gran paz cuando me acordaba de ese momento. Y fue entonces que nos volvimos a encontrar al día siguiente, nuevamente en la misa.
Ella acostumbraba sentarse en una banca situada a un lado, cerca al coro. Y yo en la penúltima banca de la fila del medio, pues mi especie de "claustrofobia", no me permite sentirme rodeada de buen número de gente.
Fue así que sólo nos saludamos desde nuestros lugares y escuchamos la misa completa.
Terminó, me retiré,... sin decirle siquiera: -Adiós...
Al día siguiente asistí con la menor de mis hijas y al verla a ella sentada donde siempre, le conté la historia. Mi hija sonrió de ternura y de vez en cuando le echaba una miradita.
Pero fue entonces que de pronto, se retiró...
Mi hija quedó sorprendida y me dijo: -Mamá, tal vez se siente muy mal.
A lo que yo respondí con una mirada de: -Ay, hijita,...así sufre tanta gente,...pidamos por ellos.
Y entrecruzando las manos continuamos atendiendo la misa.
Durante la Semana Santa, las distintas celebraciones fueron maravillosas, pero siempre me pregunté dónde estaría ella.
No asistió ningún día, ...ninguno hasta hoy: miércoles 3.
Salí de casa más temprano de lo habitual, pues la misa empieza a las 7pm, pero a las 6pm se dan las Confesiones y yo debía estar en la fila.
Descubrí al padre un tanto cansado y pensé en la ardua labor que deben enfrentar.
Cuando terminé de decir todo lo que debía decir, el padre me recordó lo importante de practicar la caridad y sobre todo, la confianza en Dios.
Uds. dirán, cuál es el regalo que me hizo Jesús??...
Pues éste:
Una de mis confesiones fue lamentar el no haberme acercado a aquella mujer la segunda vez que la vi. Haber sentido una "compasión disfrazada" y no haber estado a su lado, sabiendo lo que sufría.
Pensando en ella cada día, me dolía demasiado haberle fallado...
Pero más directamente, haberle fallado a Jesús.
Y sucedió que al arrodillarme a rezar mi especial penitencia, oré fervorosamente, cuando de pronto sentí que alguien se me acercaba...
Grande fue mi sorpresa al descubrir que se trataba de ella. No me veía de lejos, pues se acercó casi hasta tocarme, al sitio donde ella nunca se sentaba, por temor a no poder salir rápido en caso de una eventualidad...
No voy a mentir que fue para mí como si el mismo Cristo estuviera estirando su mano, mirándome con aquellos ojos que no olvidaré...
Fue entonces que me paré y la abracé con fuerte gratitud.
Qué feliz me había hecho el Señor!!!
Qué rápido respondió a mi tristeza y cuánto le importaba que lo haya lamentado!!!!
No tengo casi palabras para agradecer a mi Salvador, lo que se dignó hacer por mí...
Fue maravilloso volver a verla, me senté en su banca, tomamos unas aguas y un biscochito mientras conversamos luego en la cafetería y al final la acompañé a su casa.
Y todo porque durante la misa, a su lado, le dije al Señor (luego de que ella me pidiera que la acompañara de regreso a su casa y que a veces podíamos venir juntas):
"Sí Señor,... si tú me pones esto, yo te digo: Sí.
Yo la acompañaré las veces que sea necesario y quizás pase por ella si lo necesita.
Porque su deseo de venir es también fuerte"...
Me siento privilegiada,... pero no por ser más importante,... sino porque Cristo Jesús ha puesto sus ojos sobre mí. Y espero con toda el alma que nunca los aleje.
...Fue maravilloso reencontrar a aquella solitaria mujer que a paso lento acude a la misa cada día...
...Fue mi regalo.
...Ese regalo llamado: Elena.
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