Fuente: http://www.bibliacatolica.com.br/biblia-latinoamericana/siracides-eclesiastico/1/#.UZI-IUp0PUs
Toda sabiduría viene del Señor y con él permanece para siempre.
¿Quién podrá contar los granos de arena a orilla de los mares, las gotas de lluvia, los días ya transcurridos?
¿Quién puede medir la altura del cielo, la extensión de la tierra, las profundidades del océano?
La sabiduría fue creada antes de
cualquier cosa, la inteligencia que todo lo dispone viene de más lejos
que el principio del tiempo.
¿A quién ha sido revelada la fuente de la sabiduría? ¿Quién ha conocido sus secretas intenciones?
Sólo hay un sabio, muy digno del más alto respeto: ¡El que se sienta en su trono!
El Señor fue quien creó la sabiduría; la vio, le tomó las medidas, la difundió en todas sus obras,
en todos los seres vivos, según su generosidad. La distribuyó con largueza a todos los que lo aman.
El temor del Señor es nuestra gloria y de ello podemos estar orgullosos; es la alegría y la corona de los vencedores.
El temor del Señor regocija el corazón, da buen humor, alegría y larga vida.
Todo acabará bien para el que teme al Señor; será bendito en el día de su muerte.
El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría; puso la sabiduría en el corazón de sus fieles desde antes de su nacimiento. (Sirácides (Eclesiástico) 1, 1-14)
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